Escrito por Julio A. Muriente Pérez / MINH - Este ha sido un año de grandes
experiencias para el Pueblo puertorriqueño, que nos presentan retos
extraordinarios y decisivos cara al futuro, cuyo cumplimiento ocurrirá
en la medida en que elevemos la conciencia individual y colectiva sobre
el momento histórico que vivimos y que dependerá, sobre todo, de la
voluntad con que lo enfrentemos.
Le propongo a los amigos lectores
considerar ocho de esas experiencias y el valor o relevancia que las
mismas puedan tener, no sólo como vida vivida, sino mirando al porvenir.
Como verán, de una u otra forma se relacionan entre sí. Estas son:
- primer año de una administración
gubernamental encabezada por el PNP, obsesionada en adelantar una opción
minoritaria—la anexión--que fue ampliamente rechazada en la consulta
intrascendente que promovieron el 11 de junio pasado y que frente a la
situación que ha enfrentado Puerto Rico durante los pasados meses, entre
humillaciones e incompetencias, no ha dado pie con bola;
- apuntalamiento de la Junta de Control
Fiscal, instrumento de dominio imperial, sus muestras reiteradas de
insensibilidad y arrogancia, y su interés único en saquear decenas de
miles de millones de dólares;
- liberación del patriota Oscar López
Rivera tras más de tres décadas en prisión en Estados Unidos, y la
sensibilidad que hemos tenido de hablar con una sola voz nacional a
favor de su libertad;
- huelga de la UPR, que nos acercó a una
juventud profundamente preocupada por la situación del País, que reclama
por derecho propio un espacio protagónico en la construcción de un
nuevo Puerto Rico en felicidad, prosperidad y libertad;
- huracanes Irma y María, fenómenos
naturales que nos han permitido ver en toda su descarnada dimensión, la
precariedad de una materialidad pegada con alfileres, la farsa de una
modernidad pretendidamente primermundista que voló al primer azote de
los vientos huracanados y, a la vez, la grandeza de nuestro Pueblo y su
disposición a enfrentar la adversidad con la frente en alto y con una
sonrisa a flor de labios;
- actitud arrogante del gobierno de
Estados Unidos y sus instituciones hacia Puerto Rico y los
puertorriqueños, encabezada por la desgraciada “visita” de Donald Trump y
acompañada por las decisiones y opiniones del Congreso, la negligencia y
desdén de las agencias estadounidenses tras el paso de los huracanes,
la corrupción y oportunismo de compañías estadounidenses, en una
reiteración mayúscula de colonialismo y sometimiento;
- reconocimiento de que somos una Nación
dividida y un solo Pueblo, cuyos hijos e hijas desplazados al extranjero
involuntariamente—la llamada diáspora-- sienten y padecen como el que
más, asumen su responsabilidad con el País y dicen y han de decir
presente siempre;
- fascinante reconocimiento de la bandera
de Puerto Rico como el símbolo amado de unidad, perseverancia y
disposición de lucha. Es a su vez símbolo de victoria, orgullo y
determinación de que somos y seguiremos siendo una nación caribeña y
latinoamericana, merecedora del mejor de los destinos.
El gran reto consiste, entonces, en
reconocer que la solución a nuestros grandes problemas económicos y
sociales pasa de una u otra forma—como prerrequisito indispensable—por
el rescate de nuestros poderes soberanos, los mismos que nos fueron
robados en 1898.
En 2017 hemos demostrado definitivamente que
tenemos la capacidad y sobre todo la necesidad, de decidir libremente
nuestro destino. Que del norte no debemos esperar otra cosa que
desprecio, explotación y humillaciones. Que vivir de dadivas es una
indignidad. Que el modelo económico impuesto hace siete décadas ha
fracasado. Que el colonialismo ha fracasado.
El 2018 deberá ser
el punto de partida de la construcción de ese nuevo País al que
aspiramos todos y todas. Ese es nuestro deseo, nuestra gran aspiración.
Somos capaces de hacerla realidad. Comencemos con un fuerte abrazo
solidario.
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